sábado, 26 de febrero de 2011

EL CASO ROBLEDO PUCH (Osvaldo Soriano)






Iluminados por el soplete, Robledo y Somoza trabajan callados y serios. Robledo sostiene el aparato que perfora el material mientras su amigo sigue sus movimientos con atención. El trozo de acero está por caer y Robledo lo ayuda con un golpe. Ninguno dice nada. A Somoza acaba de ocurrírsele una broma acorde con la circunstancia. Pasa un brazo alrededor del cuello de su compañero y aprieta con suavidad, cada vez más. Robledo le da un codazo y lo lanza hacia atrás. Manotea el revólver que tiene en el cinturón y dispara. Asombrado, quizá sin entender lo que ocurre, Somoza cae y articula una explicación que es apenas un gemido. Robledo lo observa unos instantes, levanta su brazo derecho y dispara otra vez. “No podía dejarlo sufrir. Era mi amigo”, explicará después. Se ha quedado solo, con dos cadáveres junto a él ­­–antes ha matado al sereno Manuel Acevedo–, pero eso no le preocupa. Sale.

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Luis Oscar Tolosa

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