viernes, 26 de octubre de 2007

UN DÍA PARTIRÉ de madrugada...



Un día partiré de madrugada para que la luz del nuevo día me abrace en el camino, para que el sol me brinde la energía que gastaré en cada paso, y al llegar la noche dormiré bajo las estrellas para buscar en ellas el recuerdo de tu sonrisa. Hablaré con la luna, le contaré mis penas y luego cerraré mis ojos para encontrarte en cada sueño hasta que los pájaros me despierten con sus trinos. Escaparé de tus recuerdos a paso lento pero constantes, me detendré sólo ante las plantas en primaveras para inhalar el perfume de tu piel en sus flores y volaré en la nostalgia de los buenos tiempos. Aquellos que creí que no nos abandonarían.

Un día partiré de madrugada y no miraré atrás para no percibir en cada huella que deje que esos pasos dados no volveré a recorrerlos. Para no sentir la fuerza que me impulse al regreso y llorar en silencio la ausencia de tus besos, de las caricias que alimentaron mis deseos, de las horas en las que hablaron nuestros cuerpos. Me iré callado, sin reclamos ni reproches, me quedaré con la amarga realidad de haber sido abandonado sin un adiós, sin palabras, sin explicaciones que me digan que ha sucedido con lo nuestro.

Un día partiré de madrugada para no ver en tu rostro una mueca de desprecio, para no cruzarnos en la calle y sentir el impulso de preguntarte que hice mal sin proponérmelo. Para no pararme frente a vos y mirarte a los ojos, y que bajes la mirada para ocultar la verdad que no encuentro. Me iré para no decirte que jugaste con mis sentimientos, que pisoteaste mi amor que no ha muerto y es auténtico. Me iré para que no te sientas forzada a cruzar de vereda cuando la casualidad nos ponga en el mismo sendero y que puedas reír sin que mi tristeza te opaque algún festejo.

Un día partiré de madrugada hacia el final de mis días, caminaré en soledad y en silencio, con el dolor a cuesta, con los ojos enrojecidos por la sal de las lágrimas, con el rostro reseco por el viento, sin anhelos, con las manos vacías y el corazón enfermo. Caminaré cada minuto en busca del último paso, del final del aliento, del suspiro que eleve al cielo mi pensamiento. En ese hálito de vida irá mi ser hacia los brazos de Dios para que el me juzgue y me perdone por mis malos pasos en la tierra. Moriré con una oración en los labios y tu rostro feliz, el que recuerde en lo que quede de mi mente.

Luis Oscar Tolosa