viernes, 26 de octubre de 2007

UN DÍA PARTIRÉ de madrugada...



Un día partiré de madrugada para que la luz del nuevo día me abrace en el camino, para que el sol me brinde la energía que gastaré en cada paso, y al llegar la noche dormiré bajo las estrellas para buscar en ellas el recuerdo de tu sonrisa. Hablaré con la luna, le contaré mis penas y luego cerraré mis ojos para encontrarte en cada sueño hasta que los pájaros me despierten con sus trinos. Escaparé de tus recuerdos a paso lento pero constantes, me detendré sólo ante las plantas en primaveras para inhalar el perfume de tu piel en sus flores y volaré en la nostalgia de los buenos tiempos. Aquellos que creí que no nos abandonarían.

Un día partiré de madrugada y no miraré atrás para no percibir en cada huella que deje que esos pasos dados no volveré a recorrerlos. Para no sentir la fuerza que me impulse al regreso y llorar en silencio la ausencia de tus besos, de las caricias que alimentaron mis deseos, de las horas en las que hablaron nuestros cuerpos. Me iré callado, sin reclamos ni reproches, me quedaré con la amarga realidad de haber sido abandonado sin un adiós, sin palabras, sin explicaciones que me digan que ha sucedido con lo nuestro.

Un día partiré de madrugada para no ver en tu rostro una mueca de desprecio, para no cruzarnos en la calle y sentir el impulso de preguntarte que hice mal sin proponérmelo. Para no pararme frente a vos y mirarte a los ojos, y que bajes la mirada para ocultar la verdad que no encuentro. Me iré para no decirte que jugaste con mis sentimientos, que pisoteaste mi amor que no ha muerto y es auténtico. Me iré para que no te sientas forzada a cruzar de vereda cuando la casualidad nos ponga en el mismo sendero y que puedas reír sin que mi tristeza te opaque algún festejo.

Un día partiré de madrugada hacia el final de mis días, caminaré en soledad y en silencio, con el dolor a cuesta, con los ojos enrojecidos por la sal de las lágrimas, con el rostro reseco por el viento, sin anhelos, con las manos vacías y el corazón enfermo. Caminaré cada minuto en busca del último paso, del final del aliento, del suspiro que eleve al cielo mi pensamiento. En ese hálito de vida irá mi ser hacia los brazos de Dios para que el me juzgue y me perdone por mis malos pasos en la tierra. Moriré con una oración en los labios y tu rostro feliz, el que recuerde en lo que quede de mi mente.

Luis Oscar Tolosa

sábado, 25 de agosto de 2007

DEL AMOR INTENSO A LA MORTAL INDIFERENCIA




El hombre de rostro duro y surcado por las arrugas del tiempo, de mirada cansada, de cabellos canosos, de traje negro, se sentó frente al ventanal del oscuro bar de construcción centenaria aunque refaccionado pocos años atrás, respetando su estilo de principios del siglo pasado. Afuera la fina llovizna le daba un triste color gris a la gran plaza central y a los edificios de varios pisos que se alzan en el centro de la ciudad. Es casi las cuatro de la tarde y la gente apura el paso bajo sus paraguas, y los autos transitan con precaución por el amplio y arbolado boulevard.

Por el vidrio de la gran ventana las gotas de lluvias realizan un serpenteante recorrido en descenso, y dejan tras de si un sinuoso camino que el hombre de rostro duro compara con su pasado. Pidió un café doble, cargado y una caña dulce. Encendió el último “Gitanes” de un paquete abierto ocho horas atrás. Apretó con fuerzas la etiqueta vacía con su mano callosa, rústica, de gruesos dedos que denotan el duro trabajo en el campo en sus años jóvenes. Abrió la mano y creyó ver en ese estrujado envase a su marchito corazón, y pensó que con la misma fuerza lo habían apretado los desamores de las mujeres que transitaron por su vida.

Próximo a cumplir los sesenta sentía el peso de vivir los últimos momentos de su existencia terrenal. Aspiró en profundidad el humo denso del cigarrillo de tabaco negro y sintió el ardor en el pecho. Exhaló con suavidad, con miedo, con la angustia que lo acompaña desde hace algún tiempo. Bebió un sorbo de café y otro de caña sin dejar de mirar hacia la calle a través del húmedo ventanal.
Su mirada se clavó en el Fiat Punto blanco que se detuvo delante de la agencia de turismo ubicada frente al viejo café, donde el hombre de rostro duro y cansado se agitaba de ansiedad. Vio en ella los cuatro años de amor intenso cuando por entonces parecía que nada los iba a separar; y también reavivó la desesperanza de cuatro más de angustia plena.

Ella bajó del auto y con paso apresurado ingresó por la puerta de blindex, caminó hacia el hombre de barba que la esperaba y la recibió con un beso, luego se dirigió hacia su escritorio y se sentó, como todos los días, frente a la computadora. Él bebió el café y apuró la copa de caña que quemó su pecho, y de nuevo sintió el ardor. Los ojos del hombre de rostro duro y cansado se humedecieron por el recuerdo y la impotencia ante el abandono y la soledad. Aplastó la colilla del cigarrillo en el cenicero, se levantó de la mesa, pagó y salió a la calle sin mirar hacia donde estaba la mujer que le rompió el corazón.

El hombre de rostro duro y mirada cansada cruzó la calle bajo la gris llovizna de la tarde y comprendió que una vez más había faltado a la promesa de no volver a ese café en ese horario para ver a quien le causó el último sufrimiento. La traición es un arma letal, lacerante, fulmina en el instante en que se descubre y deja abierta una herida profunda que delata, con el paso del tiempo, una marcada cicatriz. Pero la manera más efectiva que tiene una mujer para matar a un hombre duro es la indiferencia, el lento olvido, el desamor. Cuando el hombre de rostro duro y mirada cansada lo comprendió, se dirigía ya hacia su morada final.



Luis Oscar Tolosa

domingo, 10 de junio de 2007

"El Cuarto Rey Mago"



Adaptación para radio de "El viejo Muñíz me enseñó a andar en bici"

El viejo Muñíz se ocupó de mi toda una mañana para que yo pueda disfrutar de la bici, que esa madrugada habían dejado en la cocina de mi casa los Reyes Magos, junto al recipiente vacío del agua donde bebieron los camellos, y a los pocos rastros del pasto que los nobles animales comieron.

Por entonces, Rafael Muñíz que tendría unos cincuenta años, era un pintar de casas, y esa labor desempeñaba en la estancia en la que yo vivía. También tuvo el tiempo y la paciencia necesaria, que sumado a la cintura sana para doblarla y caminar de manera rápida a mi lado guiándome con una mano aferrada al asiento, hicieron posible que yo pueda dominar esas indomables dos ruedas.

La bici estaba ahí, reluciente, desafiante, a la espera de que pueda mantenerme sobre ella sin ir al piso, algo imposible para mis cinco años, cumplidos 29 días atrás.
¡Qué mezcla de inmensa alegría de tenerla y de ansiedad por usarla de manera correcta!, porque la primera hora la pasé haciéndola rodar sin subirme o con frustrados intentos de darles media vuelta al pedal apoyado en el frontón de la cancha de pelota a paleta..., para que en menos de un metro caigamos los dos al piso.

Fue entonces cuando el viejo Muñíz dejó de rasquetear con su espátula la ventana que iba a pintar y se dispuso a brindarme su ayuda. Lo recuerdo muy bien, me dijo... ¡a ver Luisito...yo te ayudaré a que logres el equilibrio!
Así comenzó la noble tarea de Muñíz, íbamos y veníamos, hasta el último árbol y regresábamos al frontón de la cancha. Siempre Muñíz caminaba rápido a mi lado, doblado por la escasa altura mía sobre la bici.

¡Así, así..., dále, dále..., pedaleá, pedaleá!, gritaba Muñiz, más entusiasmado por enseñarme los secretos de viajar en dos ruedas que por pintar la casa donde vivíamos...
Sin darme cuenta en un momento me separé de él, y con algunos movimientos ondulado respecto a la línea que debería llevar, llegué hasta el final del patio donde dábamos la vuelta y regresábamos al frontón...

¡Viste Luisito, fuiste solo hasta allí!, me gritó Muñiz mientras yo me levantaba y me sacudía la tierra de las rodillas y las manos...
¡No lo podía creer!, ¡había avanzado unos veinte metros solo!, sin la asistencia de Muñíz...¡Bien Luisito!, me alentaba el viejo.
Para el mediodía la bici ya era parte de mi cuerpo y un pasaporte de libertad, con ella podía ir hasta la tranquera de entrada, al taller de los tractores, a la herrería y hasta la casa que habitaban los peones de la estancia...

¡La felicidad era completa, podía disfrutar de la bici que me regalaron los Reyes!
Por este motivo, cuando me preguntaban cómo se llamaban los Reyes Magos yo decía: ¡Melchor, Gaspar, Baltasar y Muñíz!, porque él me posibilitó disfrutar de la bicicleta que los otros tres me regalaron.



Luis Oscar Tolosa

miércoles, 2 de mayo de 2007

POLVO CONTRA RELOJ...luego la soledad


No era la primera vez que compartían una cama de ese hotel media estrella, de los tantos que desde hace décadas se erigen en los alrededores de la terminal de ómnibus, desde los tiempos en que el cuartel de la ciudad reclutaba a ciudadanos de veinte años para cumplir con el servicio militar, y quienes eran los mejores clientes en sus salidas de franco, sea cuando regresaban de sus pueblos como cuando se aprestaban a partir hacia ellos.

-¡Apurate a acabar, no tengo todo el día!-, le dijo las mujer de unos treinta y algo al hombre cincuentón, calvo, de expresión melancólica, con aliento a treinta cigarrillos diarios. El detenía los embates cuando la eyaculación amenazaba con finalizar esos veinte minutos que llevaba sobre la inmóvil mujer. De inmediato ella se disculpó, consciente de que el anterior comentario no haría otra cosa que incomodar a su cliente que había pagado de manera anticipada los cincuenta pesos y el trabajo se extendería más allá de lo previsto.

Acarició su espalda y colaboró con un movimiento de caderas, el agradeció el gesto, apoyó sus manos sobre la sábana de dudable higiene que cubría al viejo colchón de lana apelmazada, los flejes de la cama de hierro crujían en cada impulso que el hombre imprimía para dejar que aflore la virilidad que una ocasional mujer le permitía ser un macho, un auténtico macho que no estaba solo en su cuarto masturbándose como tantas veces.
Estaba sobre una delgada mujer, de largas piernas abiertas y contraídas de manera que sus pies se ubicaban a la altura de sus rodillas; el largo y enrulado cabello negro cubría parte de la almohada. Acarició sus pechos, aún algo firmes porque no amamantaron hijos sino centenares de clientes.

Transpiraba en el esfuerzo supremo de conseguir el éxtasis pleno por el que había realizado una transacción comercial, el momento llegó con un gemido breve, algunos jadeos y luego el desplomarse sobre quien le había proporcionado ese placer fugaz. Ella trató de deslizarse por debajo de ese cuerpo para tomar sus ropas depositadas sobre la silla de madera y esterillas, de patas flojas por los años de uso.

-No te vayas aún, esperá un momento- suplicó con voz apagada por el cansancio el hombre calvo y transpirado que aún olía a desodorante barato, tan barato como el de la mujer. Giró su cuerpo, se dejó caer al lado de ella, retiró el condón del ya flácido pene, estiró un brazo con el que tomó el pantalón gastado del que extrajo la billetera y apartó un billete de cien pesos que le entregó con un pedido casi implorado.

-No te vayas aún, quedate una hora más conmigo, sin sexo, sólo a mi lado, abrazados-
Ella guardó ese dinero y accedió mientras pensaba que también pagaría por tener alguien que la escuche, la comprenda, le hable de hechos cotidianos y por sobre todo, que la ayude a mitigar las horas de soledad…, de esa soledad que comparten las prostitutas y los hombres que pagan por sus cuerpos.




Luis Oscar Tolosa

viernes, 27 de abril de 2007

HAS PARTIDO



Adiós amor eterno, adiós
has partido
no el amor,
el amor vive
en vos
en mi
sólo tu has partido,
con mis sueños
mis cielos
mis estrellas,
en alas del olvido.

Yo quedo aquí,
dolido,
con el alma en pe-da-zos
con el corazón par-ti-do,
sin sueños
ni cielos
ni estrellas,
quedo en las sobras del olvido
aunque el amor viva
y sea eterno
en vos
en mi.
Sólo tu has partido

Luis Oscar Tolosa

martes, 27 de marzo de 2007

SEXO RÁPIDO Y A BAJO PRECIO



-¿Querés coger?- le preguntó la prostituta al camionero, luego de dar con el encendedor tres golpes suaves a la ventanilla de la cucheta, donde descansaba tras conducir centenares de kilómetros.

-¿Cuánto cobrás?- lanzó el hombre de unos cincuenta años, una vez incorporado de su cama y observándola desde la cabina.
-Veinte la chupada y el polvo- respondió con naturalidad la joven de menos de veinte años, tal vez no superaba los dieciocho; la edad de la hija menor del conductor del viejo Mercedes Benz 1114 rojo, que lucía desaliñado y sucio, con barba de más de tres días.

La observó, lucía bien, como las minas de los cabaret que rodean los puertos, diferente a las habituales prostitutas que pululan por las playas de estacionamiento de los camiones o en las estaciones de servicio de las rutas. Miró sus largas piernas y la corta minifalda de jean, la ajustada remera blanca que denotaba la ausencia de corpiño, por lo que los abultados pechos insinuaban dos erectos pezones ofrecidos como parte de la mercancía. Del hombro izquierdo pendía una cartera de cuero marrón que hacía juego con las delicadas sandalias de tacos bajos; -está muy bien la pendeja- pensó y veinte pesos cobra cualquier loca, estaba mucho mejor que lo ofrecido por estos días a ese precio.

-Subí- le dijo con la voz ronca aún por el sueño interrumpido, y ella lo hizo por la puerta del lado opuesto. La brisa ingresó y le acercó un suave perfume, copia de alguno francés, pero muy agradable.
-Linda y bien perfumada, es un regalito de Dios- pensó, sin meditar sobre si el Ser Supremo haría un regalo así a alguien que tiene su familia a varios kilómetros de allí, al tiempo que tapó con una franela las fotos de sus hijos pegadas sobre el tablero, en un acto de culpabilidad no del todo asumida.

Pagó y se desnudaron al resguardo de las cortinas que cubrían la cabina del camión. Pasaron hacia el dormitorio y de inmediato ella comenzó su trabajo manual con movimientos rápidos y mecánicos, los de siempre, cuando llegó la erección le colocó el condón con gusto frutal, y su boca era ahora la que dominaba a la fiera. Dos, tal vez tres minutos más y los dedos índice y medio de su mano izquierda abrieron los labios lubricados con gel, y con la derecha tomó el pene y lo introdujo al tiempo que él le acariciaba las piernas, los glúteos, los firmes pechos que acompañaban los movimientos enérgicos que la joven imprimía.
¡Pará, pará, pará!, gimió el hombre para tratar de detenerla y poder disfrutar un tiempo más prolongado los placeres del sexo..., pero ella continuó con su labor hasta que brotó el semen en el interior del preservativo..., ¡listo!, final de la función, se levantó y una toalla desinfectada limpió el genital femenino y una pomada antiséptica cubrió la rozada vajina..., ¡ya estaba lista para continuar su trabajo!, se vistió con rapidez, lo saludó con un beso en la mejilla y descendió del camión.

De inmediato escuchó un llamado, y otro, y otro más; ya se había corrido la voz que una linda pendeja andaba por la playa. Ella veía en esos rudos hombres de trabajo a los clientes, no importa si huelen a perfume o a cebollas, sólo cuenta que le darán la posibilidad de vestirse como lo hace, de salir a bailar los sábados y de criar a su bebé que a estas horas estaba al cuidado de su madre.

-¿Cuánto?, preguntó el del camión de al lado.
-Veinte la chupada y el polvo- respondió
-¿El culito también?- arriesgó el hombre.
-Por cuarenta va completo- dijo con la firmeza de quien cierra un negocio o hace una oferta en un remate.
-¡Subí pendeja!- ... Para ella la noche recién empezaba

Luis Oscar Tolosa

domingo, 25 de marzo de 2007

REENCUENTRO



No fue casual..., los dos sabíamos que ocurriría, nos habíamos enviado señales evidentes que el amor aún nos unía, el deseo de estar juntos perduraba y en alguna oportunidad se concretaría el anhelado reencuentro ..., sólo había que darle una ayudita, y los pretextos se incrementaron; un día un favorcito aquí, otro una necesidad por allá, las comunicaciones telefónicas denotaron el temblor nervioso en las voces, propio de la emoción a cada lado de la línea.

Y llegó el día, superfluas razones laborales sirvieron para crear la situación, la detención frente a su casa, el número en la pared tantas veces observado años atrás..., y el timbre que desde el interior ya se esperaba a esa hora. Se abrió la puerta y la sonrisa más linda del mundo se dibujó una vez más en su rostro..., un beso en las mejillas y ya en el interior, alejado de las miradas indiscretas de algún vecino detrás de una ventana..., el abrazo, largo, interminable, ansiado tras un alejamiento que nunca tuvo un motivo...definido.

Dos lágrimas bajaron por las mejillas hasta los finos y tentadores labios que con dulzura tantas veces susurraron “te amo”...
_Perdón, tenía muchas ganas de verte, disculpame..., sentate, ¿te preparo un café o tomamos unos mates?
_Mejor unos mates, dije lamentando que ese momento mágico se haya cortado, pero tampoco era lógico que en el primer minuto intente besarla..., sólo deseaba que se vuelva a repetir, entonces si, no lo desaprovecharía. Mientras ella hablaba de su trabajo, de la “gordita” que fue a pasar unos días con su padre y de su pueblo que fue nuestro por varios años.

Se sentó muy cerca y alcanzó el mate, nuestros dedos se rozaron y lo notamos con un estremecimiento..., nos mirábamos a los ojos, los de ellas son hermosos y brillaban como hacía años lo hacía en los encuentros sublimes. Por momentos no respondíamos de manera coherente a cada tema que tratábamos..., era porque los dos estábamos más allá de los temas comunes e imaginábamos algo diferente, más íntimo, más concreto. Así pasaron dos horas hasta el almuerzo...
¿Te quedás, si?, preparo algo rápido para comer..., ¡dale, decí que si y ayudame con el pollo!, yo preparo la salsa...

Imposible contestar que no, si era lo que esperábamos ambos, pero el almuerzo fue para contarnos nuestras vidas actuales, y también lo pasado, los recuerdos, algunos amores que no fueron tales, sino sólo efímeras parejas que aliviaron las horas de soledades en las que aflora el dolor del amor dejado atrás por circunstancias que nada tienen que ver con los sentimientos. No fui de volver sobre mis propios pasos pese al sufrimiento ante las rupturas, pero ahora fue distinto, tal vez porque nunca nos habíamos alejado más allá de lo físico.

El café es uno de los pretextos más utilizados para los encuentros, y con el sencillo acto de girar la cucharita dentro del posillo para lograr la disolución del azúcar, se producen las miradas más profundas, se reflejan en ellas los reclamos del alma y el clamor de los corazones; y no fue esta la excepción..., un tema trajo otro y las manos se juntaron, también los cuerpos..., y más aún esa espiritualidad indescriptible que hace al amor algo tan personal que cada uno lo vive de maneras indescifrables...

El día pasó y la pregunta surgió una vez más..._ ¿Te quedás, si?, y la respuesta fue otro prolongado beso y una noche en la que el sueño estuvo ausente hasta la llegada del día, y el domingo pasó casi sin ver el sol..., pero llegó la noche y con ella se aproximaba la despedida...,
_¿Y si te quedás, te vas a la madrugada?, ¿llegás a horario?...
Y si, no esperaba otra alternativa y deseaba que el fin de semana no acabara nunca.
Cuando el reloj comenzó con su melodía a marcarnos el final del reencuentro tan esperado y de manera maravillosa disfrutado, se inició la despedida, con el desayuno primero, con un fuerte y prolongado abrazo luego, y sellado con el más tierno y dulce beso al final...
_Espero que se repita, fue hermoso, volví a sentir el amor como antes, como nunca más lo había experimentado y que hoy me deja con esta sensación de satisfacción y vacío por lo que vendrá...(me dijo como al producirse nuestro encuentro, con lágrimas en los ojos).
-Deseo que no haya sido sólo un sueño-, le dije cuando me separaba y las yemas de nuestros dejos fueron el último contacto, mientras imaginaba sus ojos húmedos detrás de mi, tan húmedos como los míos, ¿palpitaría tanto su corazón, como sentía el propio en mi pecho?, estoy seguro que si..., sólo deseo que no haya sido un sueño..., nada más, si no lo fue..., habré regresado a la vida.


Luis Oscar Tolosa

sábado, 3 de marzo de 2007

MUJER DE HUMO



Cansado de caminar sin rumbo el lugar elegido para descansar fue un bar céntrico, es las cuatro de la tarde y la gente se alejó para continuar con sus obligaciones diarias, por lo que muy pocos permanecían dentro del local de ventanas de dimensiones reducidas con vidrios tonalizados. Conserva cierta privacidad, por eso es el elegido por algunas parejas mayores de 30 años.

Sobre la mesa de cedro lustrado un café humea a la espera de ser consumido, un sobre de azúcar dejó verter el contenido y la cucharita gira, todo es muy automático, me refiero al movimiento circular dentro del pocillo, porque de verdad no tengo deseos de tomar un café, es sólo una costumbre o el pretexto para detenerme a meditar.
El humo del cigarrillo dibuja efímeras figuras en el aire, se retuercen y se desvanecen, son figuras humanas, son figuras de mujeres que danzan con giros y contra giros hasta esfumarse cerca del cielorraso, que como la mesa, es de cedro lustrado.

Miro hacia la calle sin ver, sólo tengo en la mente las imágenes de las mujeres que vi en el humo del cigarrillo, afuera la lluvia finalizó hace horas y la ciudad continúa su rutina. Bebo el café, le pego una pitada profunda al cigarrillo y guardo dentro de mi todo el humo, como si fuese el cuerpo de esa mujer que se dibuja frente de mi libremente, en una burlona danza cuando el cigarrillo permanece quieto entre los dedos de mi mano derecha, apoyada con la palma sobre las falanges de la izquierda a la altura de mis ojos cuando ambos codos están posados sobre la mesa.

Café y cigarrillo..., diez, doce, quince por día, nunca los conté. Café y cigarrillo, luego un wisky, y más cigarrillos..., miro el humo y la danza burlona de la mujer vestida de humo. Fumo para verla, para contemplarla, para admirarla y tratar de retenerla conmigo..., pero es imposible, ella se diluye en su danza ascendente y se pierde una vez más delante de mis ojos..., se pierde en el techo, busca la tenue luz del ramillete de lámparas de bajo voltaje y diminutas dimensiones.

Otro café, otro cigarrillo, otro wisky, otra esperanza y nuevas desilusiones que se esparcen por el aire del bar céntrico..., llamo al mozo, le pago y le comento mientras recojo mi agenda y mi bolso..., “las mujeres son como el humo de un cigarrillo..., se muestran difusas y se pierden sin que uno les tome el gusto...”, el tipo miró el dinero, me dio el vuelto, sonrió de compromiso..., y se fue hacia la barra, al tiempo que yo caminaba buscando la salida del bar, donde quedaron sobre el techo de cedro lustrado muchos de mis amores pasados...


Luis Oscar Tolosa

sábado, 17 de febrero de 2007

Camino..., camino y pienso...



Camino..., camino..., camino y miro hacia abajo..., camino y pienso. Pienso mucho y me pregunto ¿por qué?, no encuentro respuesta.
Camino sin mirar la gente que me rodea, sin mirar los autos en cada esquina, sólo advierto que vienen rápido y paro, miro el semáforo en rojo y espero. Cruzo, camino y pienso, voy angustiado, creí que no sucedería más y no fue así...
Busco una respuesta y no la hallo, pregunto..., no hay respuesta, llamo y no es el momento..., ¿cuándo es el momento?, si mi angustia es ahora, es de ayer, mejor dicho de anteayer...
Tengo un nudo en la garganta, se me cierra, me hablan y no respondo, estoy distraído..., sólo pienso..., y pienso solo, sin nadie que me apoye una mano en el hombro y me acompañe.
Camino y pienso, sin rumbo, sólo camino, ausente, distante..., angustiado. Sin respuesta.
Camino, y mientras camino la vida pasa a mi alrededor, sin que lo perciba.
Quiero que mi angustia pase, la quiero dejar atrás y no puedo, sigue conmigo..., cruzo las vías y veo que se acerca el tren..., me detengo..., viene rápido, hace sonar su bocina..., lo miro de frente, desafiante...
Ya no camino, tampoco pienso, no hallé la respuesta..., tal vez en otro momento


Luis Oscar Tolosa

lunes, 29 de enero de 2007

EL ÚLTIMO HABITANTE DE UN PUEBLO




El frío y la niebla son la única compañía en esta desolada estación de ferrocarril, donde las vías quedaron sepultadas por las malezas. El andén llora la ausencia de quienes, por años, le dieron vida. La descascarada pintura muestra las heridas inferidas por el paso del tiempo y en ella se han tornado difusos los nombres adolescentes, tallados entre corazones sobre los bancos testigos de sexo apurado e inexperto.

El viento se llevó las voces, los sonidos de los silbatos, el humo de la locomotora y el eco de la campana que anunciaba la salida del tren, hoy, arrumbada, corroída por el óxido; inerte llora gotas de rocío ante el olvido y la soledad.

El paso del tren era un acontecimiento importante, los pocos habitantes del pueblo se volcaban a la estación ante su paso, aunque no esperen a alguien en especial, aunque no despidan a nadie puntualmente; sino que lo hacían con todos en general. Era un importante acto social el de acudir a la estación a cada paso del tren, dos veces por semana, una en un sentido, la otra, de regreso.

Tan social era este acto que se sumaba al de ir a misa los domingos, o al baile que organizaba la cooperadora escolar; o al del fútbol de potrero cuando se medían entre pueblos vecinos.
La estación fue testigo de la llegada de familiares y amigos, y de la despedida en gran escala de los hijos, que en dosis continua dejaron el pueblo, para buscar en la ciudad el futuro de ellos y de sus descendientes.

Esta estación fue testigo de los encuentros de parejas, de los primeros sueños de amor; fue cómplices de los ensayos de besos cuando aún no se conocían los dolores que dejan en el alma y el corazón, los desengaños.
Aquí las lágrimas de despedidas se mezclaron con el humo de la locomotora y el silbato apuró el beso final, el último. Sobre el andén quedaba un sueño destrozado, sobre el vagón se alejaba una esperanza.
Lágrimas, anhelos y pañuelos agitados se perdían en el horizonte hasta que el furgón de cola desaparecía en un punto. Se alejó el tren y las manos agitadas se esfumaron con el tiempo, las cubrió el olvido, las sepultó la maleza.

Hace treinta años que no transita más la vida por estas vías. De aquí se alejó hasta el espíritu del último tren. Ese que se fue llevando de uno a uno a los habitantes de este pueblo. Aquí se detuvo el tiempo. La vida volvió a su estado primitivo y el paso del hombre quedó sepultado en esta estación...

Aquí nací, crecí, tuve una familia; que se fue con el último tren...
Aquí envejecí, triste, solo y vacío...
Soy el último habitante de este fantasmal y fenecido pueblo...
Hasta este preciso instante...en que acabo de morir.


Luis Oscar Tolosa

MI ROMANCE CON LA COMPUTADORA




Me siento frente a la computadora y la miro fijamente a los ojos, mejor dicho a su ojo, a ese ojo rectangular que refleja la luz del techo y me molesta, también refleja mi cara sobre un fondo gris luminoso. Ella también me observa, pasiva, serena, expectante; me es fiel y espera que yo haga algo, un movimiento con el mousse, accione el teclado, le dicte algo; la invite a ser mi cómplice de lo que pretendo hacer.

Tenemos un buen romance con la compu, nos conocemos desde hace muchos años, trece y nueve meses para ser más exactos. ¡Claro, mucho ha cambiado!, por entonces hablábamos en D.O.S., sus reflejos eran más lentos, su memoria muchísimo menor a la actual..., como sucede con los niños, sus vidas son nuevas y a medida que avanzan crecen, en vivencias, en experiencias, y también en memoria.

Cuando nos conocimos ella era algo muy especial, sorprendente, enigmática, impredecible; pero fueron pasando los días y nos fuimos entendiendo, con tropiezos, ¡seguro!, pero.....¿quién no los tiene cuando avanza en una relación? Yo la idealizaba, era perfecta, los errores eran sólo míos, y trataba constantemente de remediarlos. Cuando comencé a descubrir los de ella traté de disimularlos, o de acreditármelos a mi por mi falta de conocimientos....¡Ella era perfecta!, ¡casi mágica!

Nos conocimos por razones de trabajo, necesitaba aumentar mi eficiencia y no quería relegar posiciones en el campo laboral. Nos presentó Alicia, una amiga, nos veíamos una vez por semana, con el tiempo sentíamos la necesidad de estar más en contacto, creció una necesidad del uno con el otro; y desde entonces no nos hemos alejado. Ella me conoce mejor de lo que yo conozca a ella. Me observa, sabe si sufro o estoy alegre, me simplifica todo lo que necesito, me ayuda, me aconseja, me distrae; me relaciona con más amigos, me muestra el mundo...¡Me mantiene comunicado!

Llevamos más de trece años juntos, ella cambió mucho, mejoró día tras día, tuvo una eficiente adaptación al curso de la vida con sus adelantos tecnológicos y necesidades, tanto económicas como sociales. Yo trato de seguir sus pasos, pero muchas veces me supera; aunque no hemos generado una competencia entre ambos. Respeto su intimidad, no pretendo más de los que nos une, que es esta comunión de necesidades laborales, sentimientos, deseos de vencer cualquier vestigio de soledad.

Me observa..., y yo a ella..., sabe que guardo lindos recuerdos y conoce mi necesidad de afecto...., comienzo a acariciar sus teclas, deslizo mi mano derecha hacia el mousse, la miro de frente y me sonríe, ella también encierra lindos recuerdos en su memoria...., nos entendemos perfectamente; yo escribo, ella recrea mis pensamientos; somos el uno para el otro; como si bailáramos, giramos, giramos, volvemos a girar....es un vals....son sueños....escribo y ella responde...nos amamos.

Atrás quedan los malos recuerdos, los cortes de energía eléctrica que nos separó algunas veces. Las saturaciones que la llevó a responderme “No se puede mostrar la página”..., todos problemas ajenos a ella que también ha sufrido por eso, ¡y los virus....!, ¡cuántas veces se vio atacada por los virus y me miraba suplicante!, ....ahí estaba yo para cuidarla, para hacerla tratar por un profesional...., para que nada ni nadie nos separe.

Hoy sabemos que podemos convivir, que sabemos superar cada momento crítico que se nos interponga.... Llevo escrito 37 líneas, la acaricio, se deja acariciar, me sonríe..., guardo en mi carpeta, le doy un beso y le digo que la amo..., me sonríe, no la apago, no quiero que duerma...., siempre la dejo encendida, como encendido está mi corazón....


Luis Oscar Tolosa

"BUSCO NOVIA, HAGAN FILA Y NO SE EMPUJEN"




La soledad que sufre mucha gente se hace notable en la proliferación de anuncios sobre lugares de encuentros, páginas en internet, programas de televisión y radios, además de medios gráficos, que posibilitan que las personas puedan conocerse y concretar una relación de pareja, sea esta estable y con fines serios, o sólo para divertirse un rato.

De todos estos medios dedicados a la noble y rentable labor de unir seres que transitan el mundo, con el deseo de encontrar con quien compartir sus días u horas, la que más frecuento es la radio por mi afinidad con este medio, al que abracé como oyente a partir de los 13 años, cuando mis padres me regalaron un pequeño receptor National Panasonic y con él escuchaba noticias y algo de música.

Un programa que finalizó hace muy poco lo conducía Rolando Hanglin por Radio Continental, AM 590, de 23 a 24, con el título de “RH 23”. En la misma emisora y aún en permanencia a partir de la 1.00 y hasta las 5.00 se emite “Charlemos” conducido por Dan Costa, en algún momento y en horas de la tarde de los domingos se emitía por Radio 10, AM 710, “¿Qué más se puede pedir”? era el título y lo conducía Alicia Barrios. Estos son sólo algunos de los muchos programas dedicados al tema.

En todos el oyente llama y en su gran mayoría la solicitud es algo así: “Bueno (palabra que une casi todas las oraciones y no se porqué), busco una chica para una relación con fines serios, delgada, de entre 25 y 40 años, culta, rubia (o morocha, según el gusto); yo tengo 42 (o la edad que sea), mido un metro ochenta, peso 75 kg. Soy simpático, de buen humor, bien parecido, ojos claros, buen físico, culto; soy profesional, me gusta bailar, ir al cine, viajar y demás apreciaciones.......

Hasta ahí todo bien y normal, pero...¿por qué la gama de edad de la mujer esperada es tan elástica en el pedido de los hombres y no así en la mujer?, ellas generalmente dicen: “Busco un hombre acorde a mi edad, o si tiene unos 50 años dicen – entre 50 y 55 años, alto (sonamos los petisos, nadie nos solicita), culto, con la situación económica resuelta (y está muy bien), sin rollos sentimentales (y está mejor aún)”....etc.etc.
¿Por qué esa diferencia con el rango que solicita el hombre?, ¿Está mal que la mujer quiera un hombre de entre 30 y 60 años, si ella tiene 50?, tal vez si tiene 60 no, pero por debajo de su edad parece que si.

Hay tipos que se manifiestan como si fueran el ser más maravilloso de la tierra, el más culto, el más bueno y el de mejores sentimientos, romántico, sensible, cariñoso, buen amante, y mil maravillas más...., no me cabe la menor duda que es un salame milán y de picado grueso, pero él busca los mejor de lo mejor, algo así como una súper modelo de alto coeficiente intelectual y muy sexy, porque él es algo “especial”; lo dice con voz afectada, melosa, quiere agradar....

Finalmente está los tipos que pertenecen a clases trabajadoras, a los laburantes, humildes que ofrecen lo que tienen, sienten y pueden brindar, con corazón y sinceridad, y tal vez encuentren a quien buscan, una mujer de sus mismas condiciones y cualidades.

Todos, de diferentes clases sociales, de mayor o menor nivel intelectual, profesionales o trabajadores, altos o bajos, gordos y flacos, con cabellos o calvos; todas las posibilidades están presentes en estas búsquedas para combatir la soledad, aunque en muchos casos se busca lo mejor y se ofrece un espejismo. Nunca escuché: “Soy bajo, algo pelado, me falta un diente y vivo de changas porque no consigo algo fijo, además no me gusta el trabajo pesado; busco alguien que me acompañe....”, en fin..., por esta razón yo no envío ningún mensaje.


Luis Oscar Tolosa

LA CHICA DEL VESTIDO BLANCO




Camino hacia el diario como todos los días, sin apresuramientos ni demasiado lento, disfruto cada paso que doy porque se que nunca más lo daré, que es como cada segundo de la vida, único e irreptible. Observo el espacio que me rodea, la arquitectura de los edificios, algunos modernos otros muy antiguos, miro donde piso desde que se ha incrementado la cantidad de perros y de boludos que los sacan a pasear y no llevan la pala y la bolsa de polietileno.

Camino con paso constante y el bolso marinero al hombro mientras pienso en alguna nota, miro el comportamiento de la gente o sueño con escribir un poema. Busco la sombra para protegerme del sol del verano, en la calle poco movimiento por ser un domingo a las diez de la mañana. Camino..., miro e imagino lo que pensará cada uno de los que como yo andan por la calle... Camino y pienso cuando la veo media cuadra delante de mi..., vestido corto blanco, cabellos castaños que caen sobre los hombros..., sandalias...; habla por su celular, gira, hace ademanes con el brazo derecho mientras el izquierdo sostiene el aparato sobre su oído.., da unos pasos y vuelve a girar, me acerco al mismo ritmo que traía..., está de espalda, sólo dos breteles delgados dejan ver su piel suavemente tostada..., se le marcan los glúteos y la diminuta tanga a través de la delgada tela de su vestido blanco...casi transparente, los imagino duros, firmes; gira, habla, hace ademanes, sonríe, tiene un bello rostro...

Soy yo el que sueña con esa mujer parada sobre la alfombra..., le desprendo los botones lentamente, beso su cuello, acaricio sus hombros...¡qué piel suave!---; dejamos caer su vestido al piso; no tiene corpiños..., no..., no tiene;... Estoy a pocos metros de ella y sus pezones empujan la tela,...pechos firmes como sus glúteos... Los acaricio, le hago una leve presión con mis dedos pulgares y los índices; bajo con mis labios por su cuello, bajo..., bajo..., bajo más..., están erectos, ella lanza unos gemiditos de placer...
Estoy a pocos pasos; habla y gesticula, sonríe, mira hacia la calle, le tocan bocina desde un auto, los ignora; estoy a escasos cinco metros..., me mira y escucha..., sonríe..., se sonroja por algo que del otro lado de la línea alguien le dijo...¿o porque cruzamos una mirada...?

Tiene unos treinta, treinte dos, tal vez treinta y tres, no más allá de los treinta y cinco años..., conoce la vida, ha tenido historias de amores..., algunas insulsas, otras le dejaron huellas profundas..., como a mi, en eso nos parecemos...la supero en unos veinte años, seguramente ella fantasea con tener un romance con alguien mayor..., con un hombre experimentado..., seguro..., que le brinde todo lo que espera, ¡que la haga vibrar en esa cama donde está desnuda!,... ardiente..., ella arriba, besa, muerde suavemente, baja..., humm....hace cosquillas con sus labios y su lengua sobre mi vientre..., me retuerzo sobre la cama...jajaja... baja, más cosquillas...jajaja..., mira mis ojos, disfruta de ser dominante en esta situación..., baja con sus labios..., baja más, acaricia con sus manos, atrapa, aprisiona...besa..., besa más y más....

Llegué frente a ella, ahora la escucho, creo que habla con su novio..., la miro, eleva su brazo derecho y gira, mira hacia la calle..., otro saludito con bocina de unos jóvenes sobre un Fiat Palio..., ¿ella?... ¡ni bola!,... habla con él, ahora no lo dudo..., paso a su lado, me alejo con los mismos pasos que llegué, el mismo ritmo, miro hacia delante,... ya no la escucho...

Cruzo la calle, miro la fruta del negocio de la esquina,... ¿las manzanas a tres con cincuenta...?..., estaba a cinco antes de navidad..., pienso,.... ¡Jeh...!...¡pasaron las fiestas y la fruta bajó de precio....!


Luis Oscar Tolosa

JULIO NUDLER ERA UN PERIODISTA



¿Qué es un periodista?

Material extraído de: www.diariosobrediarios.com.ar

Es muy peligroso tratar de ver qué es la censura. ¿Por qué es peligroso? Porque eso atacaría las bases mismas del ejercicio de la profesión. Por ejemplo, ¿qué es un periodista? Un periodista puede ser muchas cosas; puede ser un pequeño empresario, teniendo en cuenta la forma en que están estructurados los medios. El periodista que tiene un programa que se emite por cable debe comprar un espacio y a su vez venderlo de modo tal que le deje una ganancia. ¿A quién se lo va a vender? A auspiciantes. ¿Por qué esos anunciantes lo auspiciarían? ¿Porque les interesa el impacto sobre sus ventas? Realmente, no. ¿Uno ve los anuncios y los auspicios y piensa que Aguas Argentinas va a tener mayores ingresos porque publicita en determinado programa económico de cable? Obviamente, no. ¿Lo hacen por imagen? No. ¿Por qué lo hacen? Porque como el periodista que explota ese programa depende de los anunciantes para que su emprendimiento sea rentable, en lo último que va a pensar es en hablar adversamente de alguno de ellos, habiendo muchos otros que no son anunciantes.



Aniversario de la muerte del periodista Julio Nudler

Un año sin Julio

El 27 de julio se cumple un año del fallecimiento del periodista Julio Nudler. El DsD publica un mensaje de su esposa y su hijo. Y a la vez, un texto inédito que se transforma en la última vez que Nudler habló públicamente sobre la actual situación del periodismo argentino.

“Siempre es demasiado pronto cuando el que se va es un ser querido que ama la vida y tiene una mente joven. Pero qué se puede hacer frente a la muerte. Julio estaba lúcido cuando pocas horas antes de entrar en coma, un médico, intentando entrar en confianza, le preguntó: ‘¿Qué tal?’ ‘¡Ya lo ve, fenómeno!’, respondió. Era una manera muy suya ponerle humor a una situación jodida. La ironía era tan natural en él como el gusto por hallar la frase que mejor definiera un concepto o investigar sobre el mundo del tango. Se alegraba como un chico con juguete nuevo cuando lograba escribir una nota bien fundamentada y con estilo. No hubo quien creyera la invención de un complot suyo en contra del diario al que aportó reflexión y crítica, pero el episodio lo entristeció. Como lo entristeció ver que el tema de la censura a su nota ‘De títeres y titiriteros’ servía para distraer la atención del hecho que la había provocado. Nosotros agradecemos a todo el equipo de DsD por acompañarlo cuando se intentó opacar su tarea de periodista y por recordarlo ahora con tanto afecto. Lo recordamos y lo extrañamos todos los días.

Hilda Cabrera y Darío Nudler Cabrera”