lunes, 29 de enero de 2007

EL ÚLTIMO HABITANTE DE UN PUEBLO




El frío y la niebla son la única compañía en esta desolada estación de ferrocarril, donde las vías quedaron sepultadas por las malezas. El andén llora la ausencia de quienes, por años, le dieron vida. La descascarada pintura muestra las heridas inferidas por el paso del tiempo y en ella se han tornado difusos los nombres adolescentes, tallados entre corazones sobre los bancos testigos de sexo apurado e inexperto.

El viento se llevó las voces, los sonidos de los silbatos, el humo de la locomotora y el eco de la campana que anunciaba la salida del tren, hoy, arrumbada, corroída por el óxido; inerte llora gotas de rocío ante el olvido y la soledad.

El paso del tren era un acontecimiento importante, los pocos habitantes del pueblo se volcaban a la estación ante su paso, aunque no esperen a alguien en especial, aunque no despidan a nadie puntualmente; sino que lo hacían con todos en general. Era un importante acto social el de acudir a la estación a cada paso del tren, dos veces por semana, una en un sentido, la otra, de regreso.

Tan social era este acto que se sumaba al de ir a misa los domingos, o al baile que organizaba la cooperadora escolar; o al del fútbol de potrero cuando se medían entre pueblos vecinos.
La estación fue testigo de la llegada de familiares y amigos, y de la despedida en gran escala de los hijos, que en dosis continua dejaron el pueblo, para buscar en la ciudad el futuro de ellos y de sus descendientes.

Esta estación fue testigo de los encuentros de parejas, de los primeros sueños de amor; fue cómplices de los ensayos de besos cuando aún no se conocían los dolores que dejan en el alma y el corazón, los desengaños.
Aquí las lágrimas de despedidas se mezclaron con el humo de la locomotora y el silbato apuró el beso final, el último. Sobre el andén quedaba un sueño destrozado, sobre el vagón se alejaba una esperanza.
Lágrimas, anhelos y pañuelos agitados se perdían en el horizonte hasta que el furgón de cola desaparecía en un punto. Se alejó el tren y las manos agitadas se esfumaron con el tiempo, las cubrió el olvido, las sepultó la maleza.

Hace treinta años que no transita más la vida por estas vías. De aquí se alejó hasta el espíritu del último tren. Ese que se fue llevando de uno a uno a los habitantes de este pueblo. Aquí se detuvo el tiempo. La vida volvió a su estado primitivo y el paso del hombre quedó sepultado en esta estación...

Aquí nací, crecí, tuve una familia; que se fue con el último tren...
Aquí envejecí, triste, solo y vacío...
Soy el último habitante de este fantasmal y fenecido pueblo...
Hasta este preciso instante...en que acabo de morir.


Luis Oscar Tolosa

2 comentarios:

Dr. Erasmo A. Iñiguez V. dijo...

Hola amigo Luis, no sabía que tenías un blog en esta comunidad, yo mantengo uno desde el año 2005 ques el siguiente:

http://alertasalimentarias.blogspot.com/

Pronto estaré por junína para subir las protuberancias de las minas no importe cuanto cuestan al fin y al cabo el gusto es lo que uno se lleva para la tumba, el dinero lo disfrutan los maridos de las hijas...jajajajajaja

Espero me visites, aunque no tenga habilitados los comentarios.

Un abrazo, amigo Luis
Tribi

Unknown dijo...

¡Hola Erasmo!, es un gusto grande encontrarte por aquí, me gustó este blog por las posibilidades de personalizar con colores y elementos y estoy realizando la mudanza, con lo que ello implica. Te espero por Junín, lindo lugar, el gobierno local tiene un slogan: "Junín está lindo", y es verdad, se han realizado obras que han embellecido la ciudad.
Un abrazo Erasmo, hasta todo momento.

Luis.