sábado, 30 de agosto de 2008

LA PEOR COMPAÑÍA ES UNO MISMO



La gente está muy loca desde hace algunos años, más aún desde que comenzó el nuevo milenio. Tiene que ver con la permanente competencia que se desata en todos los ámbitos: trabajo, profesión, expresiones artísticas, en el amor, en la conquista de aventuras, y en lo que se te ocurra. En todas las áreas existe la competencia y está potenciada por los adelantos tecnológicos y la constante y agresiva publicidad que por ellos se transmite. Tenés que poseer el último celular, el que te permite trasladar tu oficina al lugar que te encuentres, sea este un bar o una reunión de negocios. Los celulares hacen todos, ya dejaron de ser teléfonos, creo que si investigo un poco también cumplen con la función de vibradores…, no vibra-coll, no; sino como juguete sexual…

El tránsito es caótico en todas las ciudades, todos están muy ocupados, manejan y hablan por sus móviles, consultan Internet, se informan sobre la bolsa de valores en el mundo, sobre el precio de los cereales, el clima y su impacto en las cosechas del otro hemisferio. También hacen las reservas del hotel para las vacaciones, pagan con sus tarjetas por teléfono; envían mensajes de textos o fotos del lugar donde se encuentran en ese momento. Transan con algún “gato” una salida, o con sus secretarias, o con alguna mina que conoció en el último viaje. Todo sin dejar de conducir el vehículo en el que se trasladan. Tocan bocina, esquivan autos, motos, bicicletas y alguna vieja que, pobre, se encuentra que es imposible cruzar una calle sin semáforo.

En este maremágnum el hombre está conectado con todo el mundo, menos con él mismo. Se hace una costumbre el hecho de estar comunicado con quien uno quiera en cuestión de segundos, hasta se le puede ver la cara al interlocutor. Es por eso que se torna muy difícil sobrevivir en un mundo tan alocado, sin el permanente uso del celular. El hombre necesita hablar con alguien en todo momento, superarse a cada instante, acelerar cada vez más la alocada carrera hacia un triunfo permanente. Sin descanso, sin interrupciones, sin unos minutos de relax, de descanso, de relajamiento en el que les permita comunicarse con él mismo. Hacer una introspección, recorrer con la mente los pasos dados, elaborar un balance de su propia vida. Pensar en si mismo y en sus seres queridos.

El hombre no quiere quedarse a solas consigo mismo. No hay peor compañía que uno mismo. Más aún si la vida ha sido desprolija y lo que es natural…, repasar los errores para que sirvan de experiencia en los próximos pasos a dar. No es fácil admitir las equivocaciones, y mucho menos tratar de subsanarlas.
Para el hombre del siglo XXI la meditación sin nada electrónico a su lado parece imposible de conseguir. Son pocas las personas que por un mes ocupan alguna desolada playa, sin llevar consigo su teléfono móvil, sin leer los diarios, sin encender un televisor ni conectarse a Internet. Vivir esos treinta días sin sonidos que no partan de la naturaleza misma, el canto de los pájaros, silbido del viento, el de las agitadas hojas de los árboles, el rumor del mar, la lluvia, el croar de las ranas, los grillos, el graznido de los gansos, el mugido de las vacas, el balido de las ovejas o el relincho de los caballos.

Hay que intentarlo en algún momento, detenerse y meditar es prolongar la vida, tanto propia como la de terceros. Cada día hay decenas de muertos en nuestro país a raíz de los accidentes de tránsito. Los conductores del vehículo que sea, conducen en la más absoluta distracción, absorto en sus propios pensamientos que tienen que ver con la competencia en sus ámbitos. Van irritados, demuestran su mal humor al que se le cruza en su camino, al que le hace disminuir la velocidad sin tomar conciencia que él mismo ha excedido la permitida por las leyes. Putean a quienes lo rodean, que transitan en las mismas condiciones que él mismo, por eso se genera todo un círculo vicioso. ¡Paren de una vez!, ¡dejen que la competencia y miren hacia adentro!, se hace difícil estar con uno mismo, porque es uno mismo la peor compañía que uno tiene.
Pero cuando logren desenchufarse de toda la vorágine que los rodea, comprenderán que es muy necesario y reconfortante conversar con uno mismo. El mundo entero se los va a agradecer cuando desciendan los índice de violencia, de intolerancia y de incomprensión.

Luis Oscar Tolosa

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