martes, 27 de marzo de 2007

SEXO RÁPIDO Y A BAJO PRECIO



-¿Querés coger?- le preguntó la prostituta al camionero, luego de dar con el encendedor tres golpes suaves a la ventanilla de la cucheta, donde descansaba tras conducir centenares de kilómetros.

-¿Cuánto cobrás?- lanzó el hombre de unos cincuenta años, una vez incorporado de su cama y observándola desde la cabina.
-Veinte la chupada y el polvo- respondió con naturalidad la joven de menos de veinte años, tal vez no superaba los dieciocho; la edad de la hija menor del conductor del viejo Mercedes Benz 1114 rojo, que lucía desaliñado y sucio, con barba de más de tres días.

La observó, lucía bien, como las minas de los cabaret que rodean los puertos, diferente a las habituales prostitutas que pululan por las playas de estacionamiento de los camiones o en las estaciones de servicio de las rutas. Miró sus largas piernas y la corta minifalda de jean, la ajustada remera blanca que denotaba la ausencia de corpiño, por lo que los abultados pechos insinuaban dos erectos pezones ofrecidos como parte de la mercancía. Del hombro izquierdo pendía una cartera de cuero marrón que hacía juego con las delicadas sandalias de tacos bajos; -está muy bien la pendeja- pensó y veinte pesos cobra cualquier loca, estaba mucho mejor que lo ofrecido por estos días a ese precio.

-Subí- le dijo con la voz ronca aún por el sueño interrumpido, y ella lo hizo por la puerta del lado opuesto. La brisa ingresó y le acercó un suave perfume, copia de alguno francés, pero muy agradable.
-Linda y bien perfumada, es un regalito de Dios- pensó, sin meditar sobre si el Ser Supremo haría un regalo así a alguien que tiene su familia a varios kilómetros de allí, al tiempo que tapó con una franela las fotos de sus hijos pegadas sobre el tablero, en un acto de culpabilidad no del todo asumida.

Pagó y se desnudaron al resguardo de las cortinas que cubrían la cabina del camión. Pasaron hacia el dormitorio y de inmediato ella comenzó su trabajo manual con movimientos rápidos y mecánicos, los de siempre, cuando llegó la erección le colocó el condón con gusto frutal, y su boca era ahora la que dominaba a la fiera. Dos, tal vez tres minutos más y los dedos índice y medio de su mano izquierda abrieron los labios lubricados con gel, y con la derecha tomó el pene y lo introdujo al tiempo que él le acariciaba las piernas, los glúteos, los firmes pechos que acompañaban los movimientos enérgicos que la joven imprimía.
¡Pará, pará, pará!, gimió el hombre para tratar de detenerla y poder disfrutar un tiempo más prolongado los placeres del sexo..., pero ella continuó con su labor hasta que brotó el semen en el interior del preservativo..., ¡listo!, final de la función, se levantó y una toalla desinfectada limpió el genital femenino y una pomada antiséptica cubrió la rozada vajina..., ¡ya estaba lista para continuar su trabajo!, se vistió con rapidez, lo saludó con un beso en la mejilla y descendió del camión.

De inmediato escuchó un llamado, y otro, y otro más; ya se había corrido la voz que una linda pendeja andaba por la playa. Ella veía en esos rudos hombres de trabajo a los clientes, no importa si huelen a perfume o a cebollas, sólo cuenta que le darán la posibilidad de vestirse como lo hace, de salir a bailar los sábados y de criar a su bebé que a estas horas estaba al cuidado de su madre.

-¿Cuánto?, preguntó el del camión de al lado.
-Veinte la chupada y el polvo- respondió
-¿El culito también?- arriesgó el hombre.
-Por cuarenta va completo- dijo con la firmeza de quien cierra un negocio o hace una oferta en un remate.
-¡Subí pendeja!- ... Para ella la noche recién empezaba

Luis Oscar Tolosa

domingo, 25 de marzo de 2007

REENCUENTRO



No fue casual..., los dos sabíamos que ocurriría, nos habíamos enviado señales evidentes que el amor aún nos unía, el deseo de estar juntos perduraba y en alguna oportunidad se concretaría el anhelado reencuentro ..., sólo había que darle una ayudita, y los pretextos se incrementaron; un día un favorcito aquí, otro una necesidad por allá, las comunicaciones telefónicas denotaron el temblor nervioso en las voces, propio de la emoción a cada lado de la línea.

Y llegó el día, superfluas razones laborales sirvieron para crear la situación, la detención frente a su casa, el número en la pared tantas veces observado años atrás..., y el timbre que desde el interior ya se esperaba a esa hora. Se abrió la puerta y la sonrisa más linda del mundo se dibujó una vez más en su rostro..., un beso en las mejillas y ya en el interior, alejado de las miradas indiscretas de algún vecino detrás de una ventana..., el abrazo, largo, interminable, ansiado tras un alejamiento que nunca tuvo un motivo...definido.

Dos lágrimas bajaron por las mejillas hasta los finos y tentadores labios que con dulzura tantas veces susurraron “te amo”...
_Perdón, tenía muchas ganas de verte, disculpame..., sentate, ¿te preparo un café o tomamos unos mates?
_Mejor unos mates, dije lamentando que ese momento mágico se haya cortado, pero tampoco era lógico que en el primer minuto intente besarla..., sólo deseaba que se vuelva a repetir, entonces si, no lo desaprovecharía. Mientras ella hablaba de su trabajo, de la “gordita” que fue a pasar unos días con su padre y de su pueblo que fue nuestro por varios años.

Se sentó muy cerca y alcanzó el mate, nuestros dedos se rozaron y lo notamos con un estremecimiento..., nos mirábamos a los ojos, los de ellas son hermosos y brillaban como hacía años lo hacía en los encuentros sublimes. Por momentos no respondíamos de manera coherente a cada tema que tratábamos..., era porque los dos estábamos más allá de los temas comunes e imaginábamos algo diferente, más íntimo, más concreto. Así pasaron dos horas hasta el almuerzo...
¿Te quedás, si?, preparo algo rápido para comer..., ¡dale, decí que si y ayudame con el pollo!, yo preparo la salsa...

Imposible contestar que no, si era lo que esperábamos ambos, pero el almuerzo fue para contarnos nuestras vidas actuales, y también lo pasado, los recuerdos, algunos amores que no fueron tales, sino sólo efímeras parejas que aliviaron las horas de soledades en las que aflora el dolor del amor dejado atrás por circunstancias que nada tienen que ver con los sentimientos. No fui de volver sobre mis propios pasos pese al sufrimiento ante las rupturas, pero ahora fue distinto, tal vez porque nunca nos habíamos alejado más allá de lo físico.

El café es uno de los pretextos más utilizados para los encuentros, y con el sencillo acto de girar la cucharita dentro del posillo para lograr la disolución del azúcar, se producen las miradas más profundas, se reflejan en ellas los reclamos del alma y el clamor de los corazones; y no fue esta la excepción..., un tema trajo otro y las manos se juntaron, también los cuerpos..., y más aún esa espiritualidad indescriptible que hace al amor algo tan personal que cada uno lo vive de maneras indescifrables...

El día pasó y la pregunta surgió una vez más..._ ¿Te quedás, si?, y la respuesta fue otro prolongado beso y una noche en la que el sueño estuvo ausente hasta la llegada del día, y el domingo pasó casi sin ver el sol..., pero llegó la noche y con ella se aproximaba la despedida...,
_¿Y si te quedás, te vas a la madrugada?, ¿llegás a horario?...
Y si, no esperaba otra alternativa y deseaba que el fin de semana no acabara nunca.
Cuando el reloj comenzó con su melodía a marcarnos el final del reencuentro tan esperado y de manera maravillosa disfrutado, se inició la despedida, con el desayuno primero, con un fuerte y prolongado abrazo luego, y sellado con el más tierno y dulce beso al final...
_Espero que se repita, fue hermoso, volví a sentir el amor como antes, como nunca más lo había experimentado y que hoy me deja con esta sensación de satisfacción y vacío por lo que vendrá...(me dijo como al producirse nuestro encuentro, con lágrimas en los ojos).
-Deseo que no haya sido sólo un sueño-, le dije cuando me separaba y las yemas de nuestros dejos fueron el último contacto, mientras imaginaba sus ojos húmedos detrás de mi, tan húmedos como los míos, ¿palpitaría tanto su corazón, como sentía el propio en mi pecho?, estoy seguro que si..., sólo deseo que no haya sido un sueño..., nada más, si no lo fue..., habré regresado a la vida.


Luis Oscar Tolosa

sábado, 3 de marzo de 2007

MUJER DE HUMO



Cansado de caminar sin rumbo el lugar elegido para descansar fue un bar céntrico, es las cuatro de la tarde y la gente se alejó para continuar con sus obligaciones diarias, por lo que muy pocos permanecían dentro del local de ventanas de dimensiones reducidas con vidrios tonalizados. Conserva cierta privacidad, por eso es el elegido por algunas parejas mayores de 30 años.

Sobre la mesa de cedro lustrado un café humea a la espera de ser consumido, un sobre de azúcar dejó verter el contenido y la cucharita gira, todo es muy automático, me refiero al movimiento circular dentro del pocillo, porque de verdad no tengo deseos de tomar un café, es sólo una costumbre o el pretexto para detenerme a meditar.
El humo del cigarrillo dibuja efímeras figuras en el aire, se retuercen y se desvanecen, son figuras humanas, son figuras de mujeres que danzan con giros y contra giros hasta esfumarse cerca del cielorraso, que como la mesa, es de cedro lustrado.

Miro hacia la calle sin ver, sólo tengo en la mente las imágenes de las mujeres que vi en el humo del cigarrillo, afuera la lluvia finalizó hace horas y la ciudad continúa su rutina. Bebo el café, le pego una pitada profunda al cigarrillo y guardo dentro de mi todo el humo, como si fuese el cuerpo de esa mujer que se dibuja frente de mi libremente, en una burlona danza cuando el cigarrillo permanece quieto entre los dedos de mi mano derecha, apoyada con la palma sobre las falanges de la izquierda a la altura de mis ojos cuando ambos codos están posados sobre la mesa.

Café y cigarrillo..., diez, doce, quince por día, nunca los conté. Café y cigarrillo, luego un wisky, y más cigarrillos..., miro el humo y la danza burlona de la mujer vestida de humo. Fumo para verla, para contemplarla, para admirarla y tratar de retenerla conmigo..., pero es imposible, ella se diluye en su danza ascendente y se pierde una vez más delante de mis ojos..., se pierde en el techo, busca la tenue luz del ramillete de lámparas de bajo voltaje y diminutas dimensiones.

Otro café, otro cigarrillo, otro wisky, otra esperanza y nuevas desilusiones que se esparcen por el aire del bar céntrico..., llamo al mozo, le pago y le comento mientras recojo mi agenda y mi bolso..., “las mujeres son como el humo de un cigarrillo..., se muestran difusas y se pierden sin que uno les tome el gusto...”, el tipo miró el dinero, me dio el vuelto, sonrió de compromiso..., y se fue hacia la barra, al tiempo que yo caminaba buscando la salida del bar, donde quedaron sobre el techo de cedro lustrado muchos de mis amores pasados...


Luis Oscar Tolosa